¡Voy a ser papa!

¿Sumo Pontífice?

¿Padre de familia?

¿Tubérculo?

¿Sumo Pontífice? ¿Padre de familia? ¿Tubérculo?

Un hábito muy común —sobre todo en redes sociales y correos de trabajo— es omitir las tildes. Aunque parezca un detalle menor, hay palabras cuya acentuación puede cambiar por completo su significado. Usarlas sin cuidado no solo puede generar confusiones, sino también proyectar una imagen poco profesional.

Las tildes no son un adorno. Se trata de un signo ortográfico que orienta la lectura y evita ambigüedades. Palabras como papa y papá, publico y público, o término y termino cambian completamente de significado con un simple acento. En un entorno profesional, esta diferencia puede ser la línea entre transmitir un mensaje claro o dar lugar a malentendidos.

En la comunicación escrita, especialmente la digital, cada detalle cuenta para reforzar nuestra credibilidad. Un correo bien redactado, con la acentuación correcta, no solo demuestra conocimiento, sino también respeto hacia el lector. La ausencia de tildes, en cambio, puede interpretarse como descuido, prisa o incluso desconocimiento de las normas básicas del idioma.

No se trata de perfeccionismo, sino de proyectar confianza y profesionalismo en un entorno cada vez más competitivo y donde la inteligencia artificial “pareciera” que lo resuelve todo.

Cuidar nuestra ortografía —y en particular las tildes— es invertir en nuestra imagen. No se trata de perfeccionismo, sino de proyectar confianza y profesionalismo en un entorno cada vez más competitivo y donde la inteligencia artificial “pareciera” que lo resuelve todo. Lo digo entre comillas porque no es así y caer en este vicio puede traernos problemas futuros muy perjudiciales de los que hablaremos más adelante.

Un texto impecable dice mucho de quien lo escribe: que se toma el tiempo, que valora la claridad y que entiende que las palabras son una herramienta poderosa para construir relaciones y oportunidades.

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¿Eres de los que tilda la palabra «guion»?